Penas y Urnas

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INTRODUCCIÓN

 

El sustento de toda religión es la fe, la creencia y la esperanza personales en la existencia de uno o varios entes superiores y que implica el seguimiento de un conjunto de doctrinas suministradas por intercesores religiosos. El fiel debe confiar en ciertas normas ya que cualquier tipo de religión se mantiene por manifestaciones que no pueden demostrarse, porque si no se tiene fe, no se podría creer en todo aquello que se alaba. Así, cualquier religión escapa a la razón. Los milagros y las revelaciones entrañan misterio y éxtasis al haberse consumado hechos que testimonian el grado máximo de unión del espíritu humano con lo sagrado durante la existencia terrenal.

Si por alejamiento de la razón entendemos que la ocurrencia de ciertos sucesos no puede explicarse científicamente o es contraria a las leyes naturales, por consiguiente podríamos pensar en una vinculación de la religión con el pensamiento mágico, místico o supersticioso. Sin embargo, estos adjetivos se consideran, convenientemente, alejados de la fe religiosa y relacionados sólo con cultos idólatras. No obstante, la combinación de creencias religiosas con supersticiones es innegable a nivel popular. Más allá de la fe, una persona puede atribuir una relación causal entre acontecimientos a una fuerza sobrenatural que es capaz de decidir su destino o fortuna. Aquí se manifiesta lo cerrado o arcano relacionado con el deseo de eludir la desgracia evitando ciertas acciones, haciendo rituales o portando u ofrendando objetos a esas fuerzas misteriosas para conseguir la buena fortuna. Es inoportuno querer develar el misterio de su operación porque su esencia está basada en la creencia personal de su existencia y por ende, en su poder de acción.

En tiempos pasados, lograr un objetivo difícil de alcanzar, como conseguir la vida eterna, requería de un elixir con propiedades extraordinarias capaz de transformar la materia, como lo creían los antiguos alquimistas, magos o "protocientificos".

Entre los factores que intervienen en la fe y la creencia están la moral y los sentimientos. Pero si la fuerza moral se da cuando la fe es impulsada por el miedo o el castigo o por la ambición de alcanzar alguna recompensa, el creyente sabe que debe someterse o ser sometido a una pena simbólica. Pero cuando se pierde la esencia del ser espiritual, las expresiones "De buena fe" o "Buena suerte" son intercambiadas por las de "De mala fe" o "Mala suerte". En consecuencia, aparecen el ejercicio del poder, el engaño, el abuso físico, la prohibición, el rechazo o la intolerancia, reminiscencia de tiempos inquisitoriales, que provocan una herida emocional profunda en nuestras almas.

Sólo puede crearse una nueva sociedad si ocurre un cambio profundo en el corazón humano, aun sin afectar las necesidades religiosas o místicas inherentes a cada quien. Sin embargo, la fe y la superstición también pueden conducir a la paralización de la capacidad de pensamiento.

La muestra Penas y urnas realiza un recorrido extravagante y crítico mediante reservorios, artefactos y pequeños cadalsos que resguardan y sobrellevan objetos que rozan el sendero de la fe, lo místico y lo espiritual, pero también lo supersticioso y vergonzoso como medios para cubrir la necesidad del ser humano de asirse a un objeto de devoción, cualquiera que este sea, el cual requiere de toda su energía para trascender su existencia aislada y de darle sentido a una vida cargada de inseguridades, miedos y hasta abusos.